29/6/09

Una Noche de Influenza


La noche era helada, y el paramo oscuro. Las luces de los semaforos titilaban, se justificaba porque ningun auto cruzaba el domingo a las 4 de la mañana. Mientras los demas alumnos secundarios dormian para ir a clases dentro de unas horas, nosotros deambulabamos por la San Juan y Mitre, la Suipacha hubiera sido muy terrorifica de caminar asi por que si.
Se olia en el viento, aire contaminado, helado y contaminado, que cruzaba de lado a lado y en todas las direcciones por la avenida, Nacho estaba tranquilo, estaba a cuadras de su casa y se habia convencido que nada le podria pasar, en cambio a mi me desesperaba pasar por la vereda del Tulio, esa gran muralla, en esa cuadra, en la que vivo gran parte de mis dias, hace ya 6 años, ahora se mostraba grotesca y silenciosa, incitando a la demencia.
No recuerdo mi vida antes de la gran epidemia, parecia tan lejana en las tierras mexicanas, los barbijos se habian hecho parte de nuestras vidas.
Deje a Nacho en su casa, me arrepenti de no haber pedido un taxi desde su casa, pero la suerte ya estaba echada.
Camine, como si no quisiera ir a mi casa, mis pasos eran rapidos y largos, pero hacia ningun lugar.
cuanta gente conocida y querida habia muerto por culpa de esta enfermedad de mierda. parecia tan lejana, tan lejana.
Se especuló con conspiraciones, maniobras farmaceuticas macabras, error de los laboratorios, pero ya nada importaba. todo los dias una vision nueva, un punto de vista nuevo, sin ningun sentido.
llegue a una esquina cercana a la avenida Alem. y vi a un viejito sentado con un gorrito improvisado, una bufanda y una campera inflable muy vieja.
me acerque a pedirle fuego y:
- para que me pedis fuego pibe?. no te mato la influeza aun y queres que te mate el pucho?
- de algo hay que morir- le consteste tontamente.
- la vida parecía tan simple no? colegio, casa, colegio, amigos, noche, minitas, rocknroll. pero ahora no, ahora, por primera vez le prestaste atencion a tu vida en si, porque al parecer la muerte nunca habia gopeado la puerta de tu casa, porque ahora la muerte, esta a la vuelta de la esquina.
- y usted que sabe, señor?. con todo respeto- hice una muesca para irme y el viejo respondio:
-mira pibe, vos podes irte cuando quieras, pero te perderas las respuestas que tengo para darte.
- ah si?
- a juzgar por tu ropas venis de algun lugar con amigos, no habia chicas, por eso no te peinaste, tu remera negra debajo del buzo, me hace creer que te gusta el rock, estuviste en una casa encerrado, por eso no te abrigaste lo necesario y estas caminado por aqui porque no sabes que carajo hacer con tu vida.
-y usted que mierda sabe?. exclame, pero no me moví porque tenia razón, era exactamente lo que habia hecho hace unas horas.
-Jah, si no sabré yo lo que vos hiciste, lo que haces y lo que vas a hacer. dijo egocentricamente el viejito
-Si, tengo algunos problemas. pero usted no es quien para juzgarme.
Ah no? yo no puedo juzgarte a vos?- y el viejito rió.
-No! usted no puede!!- exclame mientras lo insultaba
- Martina no opina lo mismo- dijo el viejito mientras prendia un Chesterfield
el dicho me causo panico, este viejito sabia sobre mi ultima novia, que habia muerto de cancer hace ya dos años, y que prenda un Chesterfield.
-Pará pará, admito que vos viejo de mierda, tenes muy buena intuición pero que mierda sabes de Martina hijo de mil puta!!- y lo quise golpar en la cara, pero su vejez no me alento a hacerlo.
- haber pibe, "en ese lago de Bariloche deposite mis esperanzas, y nunca mas volvieron. quiero redencion, un perdon divino que me de paz porque las cosas que importaban se desvanecen", te suena?
- quisiera saber porque sabe tantas cosas de mi, porque esta sentado acá, porque se cruzo en mi camino. le cuestioné.
- es facil, nunca pense que fuera tan gil de pendejo- dijo el viejito.
¿como?
- yo soy vos pibe, y aparecere cuando sea necesario, en distintas personas, asi nunca vuelvas a subestimar a nadie, porque en muchos caso... te humillaras a vos.
el viejito me estrecho la mano.

fue un placer, Brandt.

Y el viejito se levanto costosamente de la silla, prendió otro chesterfield y se adentro en la oscuridad de los murdagos de la calle San Luis.


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